El Futuro de la Convergencia Económica
Texto: Kemal Derviş, Project Syndicate
WASHINGTON, DC – El mundo hoy enfrenta lo que los observadores llaman un repunte del crecimiento «sincronizado». ¿Qué significa esto para la «convergencia» económica de los países desarrollados y en desarrollo, un tema que perdió prominencia después que comenzó la Gran Recesión hace diez años?
En los años 1990, las economías en desarrollo, en su conjunto, comenzaron a crecer más rápido que sus contrapartes avanzadas (en términos per capita), lo que inspiraba optimismo de que la producción y el ingreso de ambos grupos convergirían. De 1997 a 2007, el crecimiento anual per capita promedio de las economías en desarrollo era 2,5 puntos porcentuales más alto que en las economías avanzadas. En 2000-2007, la brecha se amplió, a 3,5 puntos porcentuales.
Aunque no todos los países hicieron progresos –a muchas economías pequeñas no les fue bien– en su conjunto, la estructura de la economía mundial se estaba transformando. Los países asiáticos estaban poniéndose a la par a un ritmo particularmente rápido, impulsados por las economías grandes y dinámicas de India y, aún más, de China (que experimentaba casi tres décadas de crecimiento del PIB de dos dígitos).
Sin embargo, después que comenzó la crisis financiera en 2007, la dinámica cambió. Al principio, parecía que la convergencia se aceleraba. Pero al haberse detenido el crecimiento de las economías avanzadas, el liderazgo de los países en desarrollo en cuanto a crecimiento per capita aumentó a cuatro puntos porcentuales.
Ahora bien, en 2013-2016, el crecimiento se desaceleró en muchas economías emergentes –particularmente en América latina, donde Brasil experimentó un crecimiento negativo en 2015 y 2016-, mientras que el crecimiento en Estados Unidos repuntó. ¿Estamos presenciando, como han dicho algunos observadores, el fin de la convergencia?
La respuesta dependerá de la capacidad de las economías en desarrollo de encontrar y explotar fuentes nuevas y más avanzadas de crecimiento. En el pasado, el motor clave de la convergencia era la industria. Los países en desarrollo que finalmente habían adquirido las habilidades e instituciones necesarias aplicaron localmente las tecnologías de los países avanzados, beneficiándose de una mano de obra abundante y de bajo costo.
Pero, como sostuvo Dani Rodrik, la fuente de convergencia fácil mediante la imitación básicamente se ha agotado. Las oportunidades fáciles en la industria ya se han terminado. La convergencia tecnológica es más difícil en el sector de los servicios, que hoy representa una porción mayor del valor agregado total.
Es más, las tecnologías de punta de hoy –como la robótica, la inteligencia artificial (IA) y la bioingeniería– son más complejas que las maquinarias industriales, y pueden ser más difíciles de imitar. Y como las máquinas inteligentes cada vez más pueden desempeñar empleos de bajos salarios, la ventaja de los países en desarrollo en términos de costos puede haberse reducido significativamente.
Sin embargo, como demuestran Daron Acemoglu y Pascual Restrepo, el impacto de esas tecnologías –en particular, la automatización y la IA– tiene más matices. Según ellos, la producción agregada es una función de la mano de obra tradicional, del capital tradicional y del capital relacionado con tareas que se pueden realizar enteramente sin mano de obra. El crecimiento del progreso tecnológico que aumenta el capital y la mano de obra tradicional, o del progreso que desplaza la mano de obra, aumentaría la producción, pero el crecimiento de este último también conduciría a una menor demanda de mano de obra y a salarios más bajos. Por el contrario, el crecimiento de la productividad, la profundización de la automatización o la creación de tareas completamente nuevas aumentarían la demanda de mano de obra y harían subir los salarios.
Por supuesto, para que la robótica y la IA aparezcan en las cadenas de valor de los países en desarrollo, incluyendo servicios que dependen de tecnologías de vanguardia, será necesario un conjunto mínimo de habilidades específicas e infraestructura. Pero desplegar algunas tecnologías y tareas nuevas en las economías emergentes tal vez no resulte ni más difícil ni más costoso que en los países avanzados.
Aquí, mucho dependerá de qué tipo de mano de obra complementaria haga falta. Muchas veces se asume que es crucial que la IA cuente con un pool de mano de obra altamente calificada. Eso puede ser válido en algunos casos, pero lo opuesto puede ser válido en otros. Por ejemplo, las nuevas tecnologías que desplazan la mano de obra podrían hacer posibles ciertas actividades para las cuales no había suficiente mano de obra calificada. En consecuencia, la automatización total puede llevar a que un mayor porcentaje de una actividad económica se realice en un país en desarrollo.
Otro factor que moldeará el proceso de mejoramiento tecnológico en los países en desarrollo es la voluntad de invertir de las firmas globales. Las estructuras y precios del mercado global determinarán en parte la distribución de los beneficios. Pero también lo hará la eficiencia de los países a la hora de aprender lecciones regulatorias, inclusive cómo diseñar reglas para atraer inversores, captar segmentos importantes de las cadenas de valor y garantizar un porcentaje lo suficientemente grande de los réditos de la innovación. Esos países que aprenden rápido pueden en verdad crecer más rápido que las economías avanzadas, inclusive en sectores de alta tecnología.
Por supuesto, para muchos países y sectores, todavía hay un espacio considerable para la convergencia tradicional –un proceso que probablemente siga alimentando el crecimiento-. Pero no será suficiente para alimentar una verdadera convergencia. Para ello, los países en desarrollo tendrán que desplegar nuevas tecnologías de manera relativamente eficiente, teniendo en cuenta el papel de las capacidades y las regulaciones del mercado laboral. Esto no será fácil, y tal vez nunca regresemos a la «era de oro» de la convergencia previa a 2007. Pero no debería esperarse que las nuevas tecnologías frenen la convergencia, aun si la desaceleran, como es probable que suceda.
Kemal Derviş, ex Ministro de Asuntos Económicos de Turquía y ex Administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), es miembro principal de la Institución Brookings. Escribe para PS desde 2003.