¿Puede un Mercado Europeo de Capitales sobrevivir al Brexit?
Texto: Howard Davies
Copyright: Project Syndicate, 2018.
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LONDRES – El 30 de septiembre de 2015, en aquellos lejanos días en los que el Reino Unido era un miembro pleno de la Unión Europea, el por entonces comisario europeo Jonathan Hill anunció una nueva iniciativa llamada “Unión de Mercados de Capitales”. Casi 60 años de construcción europea no habían creado todavía nada parecido a un mercado único de inversiones, y en muchos países de la UE los mercados de capitales seguían débiles y subdesarrollados. La iniciativa, según escribió Hill, tenía el loable objetivo de “identificar las barreras contra el flujo transfronterizo de inversiones” y “encontrar el modo de superarlas, paso a paso”.
Mucha liquidez corrió bajo los puentes desde entonces, y Hill ahora está trabajando en el proyecto de sistema europeo de pensiones. Pero no parece que se hayan hecho grandes avances, e incluso es posible que haya habido un retroceso, ya que el Brexit amenaza con alterar y dividir el único mercado de capitales de Europa que funciona bien: Londres, fuente de la mayor parte de la financiación que obtienen las empresas europeas en el mercado.
Esa probable división es muy lamentable, en cuanto agrava el problema real identificado por la Comisión Europea. En comparación con Estados Unidos, en Europa se depende mucho más de la financiación bancaria. En Estados Unidos, las empresas obtienen casi tres cuartas partes de su financiación en el mercado de bonos corporativos, y el resto lo suministran los bancos. Pero en los 27 países que seguirán en la UE, la distribución es casi exactamente la opuesta; y en el RU, más o menos a partes iguales. Como en muchas otras cosas, Gran Bretaña está a mitad de camino entre ambas orillas del Océano Atlántico.
Esta función particular de los bancos de la UE obedece a razones estructurales e históricas, y no es razonable esperar que los mercados de capitales europeos se comporten exactamente igual que sus homólogos norteamericanos. En el “modelo del Rin”, los bancos suelen estar muy cerca de sus clientes corporativos, y a veces son accionistas en ellos. Pero las consecuencias de la crisis financiera mostraron la importancia de diversificar las fuentes de financiación de las empresas.
La financiación total de las empresas de la UE cayó del 112% del PIB en 2006 al 106% en 2016, debido a una marcada contracción del crédito bancario, que disminuyó una quinta parte en términos reales. En Estados Unidos también hubo una ligera contracción, ya que la imposición de normas más estrictas a los bancos los obligó a sanear sus balances y reforzar la capitalización, y la mejora de los ratios de capital después de la crisis se logró en buena medida restringiendo el crédito. Pero los mercados de capitales estadounidenses cubrieron el faltante, y la financiación total disponible para las empresas aumentó, lo que impulsó una recuperación económica más sólida.
En Europa, los mercados de capitales no cumplieron esa función vital de absorber el shock del racionamiento del crédito bancario. El Banco Central Europeo ayudó tanto como pudo, mediante esquemas especiales para financiar a bancos que otorgan préstamos a pequeñas y medianas empresas. Estos esquemas funcionaron, hasta cierto punto; el último de ellos otorgó 740 000 millones de euros (888 000 millones de dólares), con un plazo de tres años para la devolución. Pero estos programas son una carga para el BCE y limitan su capacidad de retirar las medidas de financiación no convencionales y normalizar la política monetaria. Sería mucho mejor que los mercados europeos de capitales fueran más flexibles y abiertos a una variedad más amplia de empresas.
Ya se ven indicios de un cambio hacia un modelo de financiación basado en el mercado. Incluso los bancos recaudaron nuevo capital accionario, lo cual ayuda. Y Europa dio algunos tímidos pasos hacia la promoción de una mayor estandarización de las prácticas de los mercados. Por ejemplo, la Comisión Europea está alentando el renacimiento de un mercado de titulización europeo, y se están reforzando los poderes de la Autoridad Europea de Valores y Mercados. Estados miembros que hasta ahora no habían querido ceder el control de sus mercados a una autoridad paneuropea comienzan a comprender que para lograr uniformidad se necesita algo más parecido a una Comisión Europea de Mercado de Valores.
Pero el avance ha sido lento, y el Brexit lo obstaculiza aún más. Las mayores fuentes de liquidez y capital de Europa siguen estando en las márgenes del Támesis, y nadie sabe todavía de qué manera las afectará la salida del RU de la UE. Inversores y banqueros advierten que separar estas fuentes del resto mediante la imposición de controles a la actividad transfronteriza entre el RU y la UE significará un retroceso para la causa de la unión de mercados de capitales y encarecerá el acceso de las empresas de la UE a financiación. Pero por ahora, la política del Brexit (a ambos lados del Canal de la Mancha) se interpone en la búsqueda de una solución favorable a los mercados.
El RU intenta mantener el mayor acceso posible a los mercados para las firmas con sede en Londres (lo cual es comprensible). Pero Michel Barnier, negociador de Europa para el Brexit, insiste en que con la transición del RU a la condición de “país tercero”, sólo será posible una equivalencia regulatoria limitada, lo que en su opinión restringirá las transacciones financieras a través del canal.
Conforme comienzan a multiplicarse señales de una incipiente desaceleración de la economía europea (varios indicadores coinciden en señalar una marcada caída de la producción industrial en 2018) la necesidad de acordar la modalidad del Brexit y reconcentrar la atención en la unión de mercados de capitales se vuelve cada vez más imperiosa y urgente. A fines de abril, el nuevo comisario Valdis Dombrovskis dijo en Londres que a principios del año entrante ya estarán dispuestos los elementos necesarios para “ayudar a nuestras empresas a enfrentar mejor la pérdida para el mercado común del mayor centro financiero de Europa”. Es un objetivo loable, pero puede que sea insuficiente y tardío.
Traducción del inglés: Esteban Flamini
Copyright: Project Syndicate, 2018.
AUTOR, Howard Davies es Presidente del Royal Bank de Escocia.