ASIA
LOCAMENTE MILLONARIA
Texto: Kenneth Rogoff
Project Syndicate
CAMBRIDGE – En la nueva película de Hollywood Crazy Rich Asians (Locamente millonarios, una sorpresa de taquilla basada en una novela de 2013 de Kevin Kwan), una profesora de Economía de la Universidad de Nueva York (Rachel) viaja con su novio a Singapur para conocer a su familia. Allí descubre (al parecer inesperadamente) que su media naranja (Nick), es heredero de una de las fortunas más grandes de Asia, y que su madre está decidida a evitar que su hijo se case con una plebeya, aunque tenga ascendencia asiática.
En parte por su (excelente) reparto totalmente asiático (toda una rareza en Hollywood), y en parte porque hace recordar los viejos tiempos de las grandes comedias románticas, la película causó sensación. Es posible que incluso le valga un largamente adeudado Óscar a Michelle Yeoh (actriz de El tigre y el dragón), que interpreta a la dura pero amorosa madre.
Pero hay otro personaje importante: Singapur, un lugar desconocido para la mayoría de los occidentales. Para algunos, la verdadera sorpresa será ver lo locamente millonarias que se han vuelto algunas partes de Asia.
Para hacerse una idea del ascenso meteórico de la ciudad‑estado insular, basta comparar la deslumbrante metrópolis retratada en Crazy Rich Asians con la aldea de pescadores poblada de cabañas que aparece en la comedia clásica de 1940 Camino a Singapur, con Bing Crosby, Dorothy Lamour y Bob Hope. La comparación ayuda a comprender cómo la familia Young de la ficción se volvió inmensamente rica haciendo oportunas inversiones inmobiliarias. Singapur, un país de 5,6 millones de habitantes cuyo producto anual en 2017 ascendió aproximadamente a 325 000 millones de dólares, ya está económicamente a la par de Dinamarca (pero con una población más diversa).
Es una comparación halagüeña, ya que por lo general Dinamarca figura primera o en los primeros lugares en las encuestas mundiales de calidad de vida. Singapur no tiene una política de redistribución de ingresos tan fuerte como la de Dinamarca; en cambio, optó por impuestos más bajos y un sistema de transferencias concentrado en las personas de bajos ingresos. Sin embargo, todos los ciudadanos cuentan con atención médica y educación de alta calidad, y muchos también pueden acceder a grandes subsidios para vivienda. En Crazy Rich Asians, la pobreza se muestra (en forma muy ingeniosa e hilarante) como un vuelo intercontinental en clase económica en vez de primera.
Aunque los estadounidenses de ascendencia asiática recibieron la película como un enorme avance para los actores asiáticos en la industria hollywoodense, en Singapur es motivo de un acalorado debate. Aunque a muchos singapurenses los entusiasma la idea de que “CRA” (como llaman a la película en el inglés local, o “singlish”) genere un boom turístico, también dio lugar a muchas quejas. Una es que los personajes no usen más frases en singlish; otra es que no se ve a las importantes comunidades india y malaya de la ciudad‑estado. Y en particular, se generó un rechazo populista contra la riqueza desmesurada de la familia Young, que lleva a algunos a preguntarse por qué Singapur no cobra impuestos a las plusvalías y a las herencias. ¿Es aceptable que Nick herede tanto dinero?
Pero el rechazo ha sido menor que el que esperaría un estadounidense o un europeo, tal vez, porque a la clase media le ha ido bastante bien dentro del exclusivo sistema de Singapur, que es a grandes rasgos una economía de mercado, pero con un importante papel del gobierno en planificación e inversión a largo plazo.
Con un poco de cinismo podría decirse que el rechazo sería mucho más visible si hubiera menos restricciones en los medios. Pero está claro que uno de los principales factores (agravado sin duda por la crisis financiera) del ascenso del populismo en Europa y Estados Unidos ha sido la desaceleración del crecimiento, especialmente allí donde afecta los ingresos de la clase media. Aunque en Singapur también hubo cierta desaceleración, sus índices todavía están bien en comparación con Europa. La Autoridad Monetaria de Singapur prevé un crecimiento mayor a 3% en 2018, a la par del de Estados Unidos, que ahora es la envidia de las economías avanzadas.
El éxito de Singapur es más notable todavía porque la cercanía al ecuador suele asociarse con crecimiento escaso y pobreza. Sin embargo, Singapur se encuentra prácticamente en esa línea (en una escena improbable, a Nick y Rachel van a buscarlos al aeropuerto en un jeep abierto). En los congresos de economía del crecimiento hay vehementes discusiones sobre si lo más importante para el crecimiento son las “instituciones” o la “cultura”, y cada lado se atribuye el éxito de Singapur, que heredó las instituciones inglesas y elementos de la cultura china.
Es de esperar que ahora Asia tendrá más presencia en la cultura de Hollywood, con la inclusión de escenarios y actores asiáticos en más películas. Crazy Rich Asians costó apenas 30 millones de dólares (contra los más de 300 millones de Avengers: Infinity War de Disney) y ya facturó más de 200 millones de dólares en todo el mundo.
Es un éxito impresionante para cualquier película, sobre todo para una que empieza con una lección sobre teoría de juegos. En la primera escena, Rachel explica un concepto a una numerosa clase totalmente cautivada jugando al póquer con un ayudante de cátedra. Es verdad que la mayoría de los cursos de teoría de juegos incluyen un montón de análisis matemático de relaciones estratégicas, no ponerse a jugar juegos reales; pero igual pueden ser divertidos. El profesor Avinash Dixit, de la Universidad de Princeton, suele usar fragmentos de películas como Dr. Strangelove para ejemplificar nociones fundamentales.
Tal vez ahora Hollywood use películas como Crazy Rich Asians para ejemplificar nociones fundamentales sobre una región que es la mayor historia de éxito económico de las últimas décadas. Una historia sobre la que todavía hay muchas más historias que contar.
Traducción: Esteban Flamini
© Project Syndicate 1995–2018
Copyright: Project Syndicate, 2018.
AUTOR, Kenneth Rogoff, ex economista principal del FMI, es profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard.