Adiós a los Bancos
Textos: Penguin Ramdon House
Fotografía: Google Images
La gran crisis de 2008 puso de manifiesto la debilidad del dinero usado en los países desarrollados. El diagnóstico mayoritario atribuyó la crisis a un mal funcionamiento de los mercados, que llevó a un aumento aún mayor de las regulaciones y de la protección de los bancos.
Fernández Ordoñez presenta la visión, diametralmente opuesta, de otros economistas que defienden que el sistema actual de dinero privado es muy frágil y que sus problemas no podrán resolverse con más regulaciones.
Estos estudiosos proponen usar el dinero público y seguro que ya existe:
los depósitos en los bancos centrales.
El tsunami de la digitalización y de las nuevas tecnologías también está exigiendo la liberalización de las actividades bancarias, y hoy se cuestiona con fuerza el sistema actual del dinero y la banca. Este libro, por su sencillez y claridad, ayuda a entender este debate.
SINOPSIS
El dinero evoluciona. En la antigüedad, la gente intercambiaba huesos, pieles e incluso piedras; después, se acuñaron las primeras monedas; y más adelante aparecieron los resguardos de los bancos privados, que terminaron derivando en los billetes que hoy conocemos y en los depósitos que contratamos. Pero el proceso no ha terminado. Sólo hay que abrir un periódico para reparar en que el siguiente paso serán las criptomonedas o, al menos, el dinero digital.
Sin embargo, hay una nueva concepción del dinero sobre la que ya se está debatiendo en el resto de Occidente y sobre la que, extrañamente, nadie está hablando en España. Nadie, salvo Miguel Ángel Fernández Ordóñez, un economista que ha dedicado cuarenta años de su vida al servicio público (gobernador del Banco de España, secretario de Estado de Economía, miembro del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo, etc.) y que ha escrito Adiós a los bancos para abrirnos los ojos ante una realidad que tal vez acabe condicionando nuestra forma de usar el dinero: el CBDC, siglas en inglés de Central Bank Digital Currency.
«Durante los últimos cinco años he leído esos trabajos y me asombra la poca difusión que tiene esta visión. Incluso muchos economistas la desconocen. Eso me ha animado a presentar estas ideas, distintas de las que profesa la mayoría, en un libro de divulgación.»
Adiós a los bancos es una obra de divulgación que advierte sobre el fracaso del modelo representado por la banca tradicional –que tiene que ser rescatada con dinero público cada vez que entra en crisis– y sobre la posibilidad de que, en el futuro, se sustituya el «dinero frágil» (el creado y gestionado por los bancos) por un «dinero seguro» que ya existe en los bancos centrales pero que actualmente sólo está disponible para la banca privada. Lo que se está proponiendo, al fin y al cabo, es que los ciudadanos puedan tener acceso al dinero que el Estado posee y que, por tanto, la economía se base en algo cuyo valor sea tangible, y no variable.
«De esta forma, el dinero que usarían los ciudadanos dejaría de ser frágil porque el Banco Central no necesita que le aseguren los depósitos, ni que se le preste liquidez ni, por supuesto, necesita inyecciones de capital, porque no pone en riesgo el dinero de sus usuarios. Y tiene el efecto interesante de que, al no crear problemas al dinero, se podría acometer la reforma estructural de la banca, desregulándola y liberalizándola como se ha hecho con otros mercados, sin miedo a que tuviera efectos negativos en la estabilidad económica.»
La banca tradicional está sujeta a fuertes regulaciones y a un proteccionismo del que no goza ninguna otra empresa de carácter privado.
De alguna manera, los bancos son negocios que, en caso de fracasar, siempre serán rescatados con dinero público, ya que la economía de los países depende de ellos. Para acabar con esta dependencia, algunos economistas han propuesto que sean los bancos centrales los que controlen el dinero y que permitan el acceso de los ciudadanos al mismo a través de las nuevas tecnologías.
«Si hay crisis bancaria es porque el dinero bancario es frágil y porque lo crean unas empresas privadas que pueden hacerlo si a su vez generan deudas. Resulta paradójico que la estabilidad también se vea perjudicada por todo ese conjunto de protecciones, privilegios y subsidios que los estados han montado con la buena intención de reducir las crisis.»
Así pues, la propuesta del «dinero seguro digital» (o CBDC) no implica un cambio en las políticas económicas, sino una transformación total del sistema. La idea sería que un Ente Emisor (una especie de Banco Central adaptado para la ocasión) permitiera el acceso universal al dinero que actualmente custodian los gobiernos, evitando de este modo que la gente tuviera que acudir a unos bancos que ponen en riesgo sus ahorros y permitiendo de esta forma que la banca tradicional se liberalizara, lo cual la obligaría a modernizarse y a ofrecer servicios más competitivos que los que actualmente oferta.
«Lo importante es que el dinero será seguro si está respaldado al ciento por ciento por el Estado, como sucede con los billetes. La fórmula concreta de este respaldo puede ser muy variada. Una posibilidad es que los ciudadanos tuvieran directamente acceso a los depósitos en el Banco Central, pero podrían hacerlo también a través de las entidades registradas de manera adecuada.»
De hecho, no hace mucho que China autorizó al Banco Central a emitir dinero digital público, lo cual da a entender que el proyecto del que habla este libro tal vez no sea una fantasía, sino algo que puede imponerse con una brevedad asombrosa. Tal y como dice el autor: «Hasta hace poco, la idea de contar con un dinero digital seguro era la propuesta de unos pocos estudiosos y activistas y, como se ha dicho, era prácticamente ignorada por la mayoría de los académicos y de las autoridades financieras. Pero en los últimos tiempos estas ideas han empezado a estudiarse en las universidades y en los bancos centrales, incluso en algunos países ya se plantean en los debates públicos».
Adiós a los Bancos, es un intento de abrir un debate que los economistas españoles no es que estén evitando, sino que desconocen por completo. Actualmente, no existe un texto canónico en el que se explique cómo debería realizarse esta transformación del sistema, pero sí muchos textos dispersos en los que se recoge la idea. Miguel Ángel Fernández Ordoñez, ha revistado todos esos libros y ha resumido las ideas en este ensayo divulgativo llamado a generar un debate que ya tardamos en tener.
«Este libro está escrito para que lo entiendan los no economistas. Se trata de una obra de divulgación (…). Intenta ser accesible a todos aquellos que consideran que las crisis bancarias tienen unos costes económicos, sociales y políticos que solo pueden calificarse de catastróficos y quieran saber si existe una posibilidad de que la humanidad deje de sufrir tales plagas.»
CLAVES PARA UNA REFORMA DEL SISTEMA MONETARIO:
-El problema de los bancos: La opinión públca sabe que las crisis bancarias son nocivas, pero tiene una conciencia limitada de los daños macroeconómicos que realmente causan. Unos daños que vienen derivados de la fragilidad del dinero con el que juegan los bancos privados. Además, los bancos no están sometidos a las leyes del mercado, puesto que están protegidos y son intervenidos por los Estados para asegurar que no caigan (y arrastren con su caída al país), lo que impide la liberalización de un sector obviamente anticuado.
«Los mayores costes de las crisis bancarias no son los recursos presupuestarios que se han empleado en salvar a los bancos, sino los daños macroeconómicos que ocasionan. Los costes de pérdida del PIB, del aumento del desempleo, de la destrucción de empresas, etcétera, son inmensos. Tales costes son la consecuencia del pinchazo de las burbujas de crédito y endeudamiento que genera un sistema monetario como el actual.»
-¿Quién crea el dinero?: En el sistema actual, los bancos privados son los que crean el 90 por ciento del dinero que utilizamos. Actualmente, el dinero tiene dos formas: el efectivo creado por el Banco Central y los depósitos controlados por los bancos privados. Pero el único dinero cuyo valor no varía es el primero, dado que el segundo es puro riesgo, es «dinero frágil». Con todo, cuando los bancos caen, son los gobiernos los que tienen que rescatarlos con el 10 por ciento del dinero que son dueños.
«La protección de sectores económicos por parte del Estado ha sido -y sigue siendo- algo muy común en casi todas las economías de mercado. Pero, como hemos visto, la protección del Estado a los bancos impresiona porque no es normal; se trata de una protección excepcional, tanto en cantidad como en sofisticación de los instrumentos empleados en protegerlos. La intensidad y la variedad de protecciones, subsidios, garantías y privilegios de que disfruta la banca es asombrosa.»
-La reforma del dinero digital seguro: El dinero creado por los bancos es frágil y, además, puede arrasar la economía de los países. De ahí que sea necesario crear dinero seguro, es decir, dinero respaldado por el Estado. En esencia, un sistema de dinero seguro es aquel que sustituye al dinero frágil de los bancos privados por un dinero seguro emitido –y controlado– por instituciones públicas, como los actuales bancos centrales.
«De esta forma, el dinero digital dejaría de ser emitido por empresa privadas que lógicamente quieren y deben maximizar sus beneficios y pasaría a ser emitido por entes públicos, por el Estado, que no tiene interés, sino todo lo contrario, en que el dinero sea inseguro.»
–El dinero seguro ya existe: De hecho, el Banco Central ya dispone de un sistema que permite mover el dinero seguro digitalmente, aunque en la actualidad este sistema sólo puede ser usado por los bancos. Si se permitiera que los ciudadanos tuvieran acceso a ese dinero digital, todo el sistema cambiaría.
«De ahí que la reforma de dinero seguro no consista en inventar un dinero nuevo, sino que tan solo proponga suprimir la prohibición de usar el dinero digital seguro para que todos los ciudadanos puedan utilizarlo. Por tanto, el dinero digital seguro existe, pero está “cautivo”. Por ello se podría denominar a esta reforma como la “liberación” del dinero seguro.»
–El Ente Emisor: Igual que hace en la actualidad el Banco Central cuando emite dinero, el nuevo sistema dispondría de un Ente Emisor que, totalmente respaldado por el Estado, se encargaría de crear y distribuir el dinero entre los ciudadanos. También gestionaría el uso que el gobierno hiciese de los beneficios que dicho dinero generara. Así, el Estado podría echar mano a dichos beneficios para emprender las acciones que considerara oportunas, evitando de este modo tener que subir los impuestos a los ciudadanos.
«La creación de dinero pasaría a ser una función pública ejercida por entes públicos, mientras que en el actual sistema la ejercen empresas privadas cuyo principal objetivo es, lógicamente, obtener beneficios.»
-La liberalización de la banca: La implantación del dinero seguro (CBDC) permitiría liberalizar los mercados de préstamos y de servicios de pagos que hoy están dominados por los bancos privados. El actual sistema bancario es, de todos los sectores económicos, el más alejado del funcionamiento de una economía de mercado, puesto que está hiperprotegido por el Estado, que evita a toda costa que dicho sistema se desmorone. La creación de un sistema CBDC acabaría con estos privilegios y obligaría a los bancos a ofrecer productos mucho mejores a sus clientes.
«Si el dinero dejara de ser frágil, la política de liberalización y desregulación de la banca y ano sería, como ahora, una política suicida que aumentaría el número de crisis bancarias graves, sino que pasaría a ser una reforma estructural más, con las mismas ventajas que proclaman los organismos internacionales para la liberalización de otros sectores.»
– Dificultades para iniciar la reforma:
Implantar el sistema CBDC no debería de ser difícil, puesto que el dinero seguro ya existe. Lo tienen el Banco Central, pero lo que hay que conseguir es que lo puedan utilizar todos los ciudadanos y no solo los bancos. Las actuales tecnologías permitirían un cambio de sistema sin grandes dificultades. En realidad, una de las grandes dificultades para la implantación es la opinión pública, siempre reticente a cualquier tipo de transformación, incluso cuando le beneficia. Por otra parte, el sistema bancario actual, temeroso de perder sus privilegios, también se opondría a la implantación del CBDC.
«Pero que la reforma sea sencilla no significa que sea fácil de implementar. El primer paso para aprobar cualquier reforma es que la opinión pública esté convencida de la necesidad de ella, pues los políticos solo se interesarán si los electores la demandan.»
LOS BITCOINS Y OTRAS CRIPTOMONEDAS:
La aparición del bitcoin hizo que la gente se diera cuenta de que «el sistema de dinero actual podría ser sustituido por otro distinto». Pero el hecho de que se trataba de un dinero que no había sido creado -ni era gestionado- por los bancos privados provocó el rechazo inmediato de los banqueros. El mismo Jamie Dimon, presidente de J.P, Morgan, llegó a decir: «El bitcoin es una estafa». El motivo último de esta declaración era evidente: el miedo. Tal vez el bitcoin no se haya implantado con la eficacia que prometía, pero al menos ha demostrado que ya existe una tecnología (el blockchain) que permitiría un cambio radical del sistema. De ahí que podamos decir que el bitcoin ha abierto una puerta difícil de cerrar.
«Por ello no sería exacto decir que las tecnologías del blockchain o las demás criptomonedas hayan hecho surgir el debate sobre el dinero seguro; pero, como hemos dicho, el hecho de hablar de un posible dinero digital distinto del actual, creado por los bancos privados, ha ayudado a aumentar el interés sobre el dinero digital público y seguro.»
De hecho, la propuesta que Facebook lanzó en junio de 2018 de crear una moneda –Libra– destinada a cubrir las necesidades de los millones de personas que no tienen una cuenta bancaria pero sí un móvil, indica que en un futuro inmediato aparecerán otras muchas propuestas ligadas al dinero digital. Paradójicamente, uno de los argumentos que los políticos usan para rechazar la propuesta de Facebook es que no se debería dejar la creación de dinero en manos de empresas privadas, porque podrían entrar en crisis. La paradoja de este argumento es la siguiente:
«Utilizar este argumento para descalificar Libra frente al dinero actual es un ejemplo de la ignorancia generalizada sobre cómo funciona el sistema monetario vigente, ya que el dinero que utilizamos ahora también lo crean empresas privadas, los bancos.»
EL AUTOR
Miguel A. Fernández Ordóñez (Madrid, 1945) ha dedicado cuarenta años de su carrera profesional al servicio público. Economista del Estado, ha sido secretario de Estado de Economía, de Comercio, de Hacienda y Presupuestos, presidente del Tribunal de Defensa de la Competencia y de la Comisión Nacional del Sistema Eléctrico. Fue diputado en la tercera legislatura. Ha trabajado en la OCDE, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Ha sido gobernador del Banco de España, miembro del Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo y del Comité Ejecutivo del Consejo de Estabilidad Financiera. Actualmente ofrece seminarios sobre Política monetaria y regulación financiera en la IE University. Antes de este libro, publicó La competencia (2000) y Economistas, políticos y otros animales: Cómo acabar con las políticas que frenan nuestro progreso (2016).