Ahí vienen los Helicópteros
Texto: Willem H. Buiter – Project Syndicate
NUEVA YORK – Mientras la pandemia de COVID‑19 cobra impulso, Estados Unidos aprobó un paquete de rescate económico de dos billones de dólares (el 9,2% del PIB de 2019). La aprobación tuvo lugar después de acciones inéditas de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que emprenderá un programa de flexibilización cuantitativa ilimitado y estableció nuevos mecanismos para ayudar a las empresas y evitar que se detenga el flujo de crédito.
La respuesta estadounidense será en su mayor parte un ejemplo de lo que se conoce como «helicóptero monetario»: una aplicación de la Teoría Monetaria Moderna (TMM) en la que el banco central financia el estímulo fiscal comprando deuda pública que se emite para financiar rebajas de impuestos o aumentos del gasto público. La economía estadounidense se está deteriorando a una velocidad espectacular, en parte por el impacto sanitario directo de la pandemia de COVID‑19, pero más que nada como resultado de mandatos de distanciamiento social que impiden a las personas producir y consumir.
Dadas las circunstancias, no es aventurado suponer que el programa adicional de compra de activos de la Reserva Federal llegará al menos a dos billones de dólares, si fuera lo necesario para que el gobierno federal no tenga que acudir a los mercados directamente para financiar sus nuevas iniciativas. En enero, antes de que el coronavirus fuera una amenaza reconocida, la Oficina de Presupuesto del Congreso predijo que el gobierno de los Estados Unidos tendrá un déficit federal anual recurrente superior al billón de dólares por los próximos diez años como mínimo.
Hace unas semanas, cuando empezó a ser evidente la gravedad de la crisis, algunos funcionarios del gobierno federal advirtieron que de no mediar una respuesta fiscal decidida, había riesgo de que el desempleo en Estados Unidos aumentara al 20%. Pero incluso con la ley que se aprobó, es posible que la destrucción de empleo siga aumentando en el segundo y tercer trimestre de este año. Para ser eficaces, las medidas de apoyo fiscal deben seleccionar meticulosamente a aquellas familias y empresas (grandes y pequeñas) que hayan perdido ingresos como resultado de la pandemia. No se sabe todavía si la respuesta estadounidense incluirá esa selección, o ni siquiera si es posible hacerla en forma rápida y ordenada.
En tanto, el Reino Unido (RU) también ha iniciado un enérgico experimento de TMM/helicóptero monetario. En primer lugar, el Banco de Inglaterra planea comprar 200 000 millones de libras (238 000 millones de dólares) de bonos del gobierno británico y bonos corporativos no financieros con calificación «no especulativa» denominados en libras; se trata de un estímulo monetario apenas inferior al 10% del PIB de 2019. Y por el lado fiscal, Rishi Sunak, nuevo ministro de hacienda, está echando a correr una avalancha de medidas de estímulo que aumentarán el déficit.
Para el año calendario 2020, el gobierno británico espera un déficit no inferior al 7,5% del PIB, y quizá tanto como el 10%. Pero incluso en el extremo superior no se saldría del rango cubierto por el programa de monetización de deuda del Banco de Inglaterra. Es decir, pese al volumen extraordinario del estímulo fiscal, el gobierno no tendrá necesidad de endeudarse en los mercados.
La eurozona tiene menos margen fiscal, pero el Banco Central Europeo ya se comprometió con un programa de compra neta de activos por 120 000 millones de euros (130 000 millones de dólares), además de los 750 000 millones de euros que anunció el 18 de marzo. Su nuevo «Programa de compras de emergencia frente a la pandemia» también incluirá bonos soberanos griegos, excluidos de los programas anteriores de compra de activos después del default griego en 2015.
En síntesis, las nuevas compras de activos por parte del BCE (que por lo general se monetizan) equivalen a poco menos del 7,3% del PIB de la eurozona en 2019, lo que sitúa esta respuesta un poco por debajo de las de Estados Unidos y el RU. Por desgracia, la política fiscal del bloque ha sido lisa y llanamente patética. El 16 de marzo, los ministros de finanzas de los estados miembros anunciaron que a lo largo de 2020 aplicarían medidas de estímulo equivalentes a un magro 1% del PIB, y esto para una economía que ya tenía dificultades para crecer. Las promesas de los gobiernos de la eurozona de ampliar esas medidas de ser necesario brindan poco alivio. El único hecho positivo en este frente es un compromiso de instituir mecanismos de liquidez (esquemas de garantías públicas y diferimiento de pago de impuestos) por no menos del 10% del PIB.
Como la eurozona carece de una entidad central seria con poder presupuestario independiente, el instrumento obvio para que en caso de ser necesario los estados miembros en buena posición financiera provean apoyo a los estados más débiles en forma políticamente transparente es el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE). Y sin embargo, no parece que dentro de la eurozona haya consenso en que este uso del MEE sería admisible.
Así que la otra opción es que los estados miembros aumenten sus programas nacionales de estímulo fiscal hasta, por ejemplo, el 7,3% del PIB, mientras el BCE hace las veces de helicóptero monetario. Pero esto involucraría al BCE en acciones cuasifiscales que conllevan una redistribución de riesgo fiscal entre los estados miembros, lo que exige o bien una modificación del texto actual de los tratados o una voluntad colectiva de pasar por alto las evidentes objeciones a la legitimidad de esas operaciones.
A diferencia de Estados Unidos y el RU, donde hay un único banco central para un único país, el BCE no puede asumir tan fácilmente el papel de agente fiscal para el gobierno. Por ejemplo, comprar deuda soberana italiana a través del sistema del euro supone transferir riesgo soberano a los bancos centrales nacionales de los estados miembros en mejor posición financiera y, en definitiva, a los contribuyentes de esos países.
Pero aun así, sería una negligencia criminal permitir que un defecto de diseño en los tratados actuales impida un uso adecuado del helicóptero monetario en un momento de crisis existencial. Italia debe implementar un estímulo fiscal no inferior al 5% del PIB (y muy probablemente más) y alguna combinación entre el BCE y el MEE debe hacérselo posible.
Traducción: Esteban Flamini
Project Syndicate
Willem H. Buiter, ex economista principal en Citigroup, es profesor visitante en la Universidad de Columbia.
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