¿Es aconsejable que usted compre Bitcoins?
Texto: Adair Turner, Project Syndicate
LONDRES – El pasado mes de Diciembre, cuando el precio de Bitcoin se acercaba a los $20,000, una persona amiga me preguntó si era aconsejable que ella invirtiera en dicha criptomoneda. Le dije que no tenía la menor idea. Hoy en día, cuando su precio se sitúa en la mitad del mencionado, mi respuesta sigue siendo la misma.
En el transcurso del próximo año, el precio de Bitcoin podría duplicarse, multiplicarse por diez, o colapsar en un 95% o más, y ningún análisis económico puede ayudar a predecir dónde se ubicará el precio dentro de ese rango. Su valor está determinado arbitrariamente por la psicología colectiva de la masa de inversores; el precio va donde, en promedio, ellos creen que irá. De la misma forma que ocurre con otras criptomonedas, Bitcoin no tiene un propósito económico útil, aunque en términos macroeconómicos, es también probable que dichas monedas causen poco daño.
En una economía moderna, el dinero tiene un valor real bien definido debido a que los gobiernos lo aceptan como pago de impuestos y emiten deudas en montos monetarios definidos, y debido a que los bancos centrales garantizan que la creación monetaria total, ya sea mediante el sistema bancario estatal o privado, crecerá a un ritmo compatible con una inflación relativamente baja y estable. En cierto sentido, el dinero es una construcción social arbitraria; pero su valor y su capacidad para cumplir funciones económicas cruciales se fundamentan en las instituciones y la autoridad del Estado emisor de la moneda.
En cualquier momento, sin embargo, grupos de personas pueden optar por creer que algún producto básico – un tipo específico de concha marina, u oro o tulipanes – será una mejor reserva de valor que el dinero, y que su valor en términos de dinero está destinado a subir. Lo que importa, simplemente, es que el suministro del producto básico elegido no pueda aumentar rápida e ilimitadamente. Si se cumple con dicha condición, el precio puede ser el que los especuladores crean que es. A principios del año 1636, una libra de “switsers” (una categoría particular de bulbo de tulipán) se cotizaba en los mercados holandeses en 60 florines; a mediados de febrero de 1637, el precio se situó en 1.500 florines. En la caída posterior, algunos precios de bulbos cayeron en un 99%.
A diferencia del oro o los tulipanes, cuyo suministro es fijo en el corto plazo y es limitado por la naturaleza en el mediano plazo, la inmaterial Bitcoin podría, teóricamente, crearse en cantidades infinitas. De hecho, el suministro de la moneda está limitado por ingeniosos algoritmos de software, respaldados por enormes cantidades de poder de cómputo, que han permitido a los creadores de Bitcoin lograr una trinidad hasta ahora imposible: “actividad de extracción minera” de la moneda descentralizada, suministro agregado limitado colectivamente y anonimato.
En teoría, lo mencionado al último, es decir el anonimato, podría permitir que Bitcoin u otras criptomonedas no sólo sean una forma de almacenaje arbitrario de valor, sino también un medio de intercambio anónimo para transacciones de gran valor, del mismo modo que lo son las maletas llenas de billetes de dólar de alta denominación que no tienen ninguna marca que identifique al propietario de dichos billetes, pero ahora en forma digital. Por lo tanto, tal como ha argumentado Kenneth Rogoff, los billetes de alta denominación anónimos no desempeñan ningún papel útil en el comercio legítimo. Sin embargo, dichos billetes son el medio preferido de intercambio de los jefes del narcotráfico, los evasores de impuestos, los terroristas y otros criminales. En el caso de que, tal como argumenta Rogoff, existan buenas razones para eliminar dichas criptomonedas, lo último que el mundo necesita es volver a crear el mismo problema en forma digital.
Consiguientemente, Corea del Sur ha prohibido el comercio anónimo de criptomonedas, y otros reguladores de todo el mundo están considerando hacer lo mismo. El mejor argumento a favor de avanzar y prohibir las criptomonedas por completo es, en los hechos, un justificativo ambiental. Las estimaciones sobre la cantidad de electricidad que requiere la minería de Bitcoin varían ampliamente – algunas personas la sitúan en hasta 30 teravatios por hora por año (lo que equivale a la demanda total de electricidad de Marruecos), mientras que otros sugieren que es la sexta parte de dicha cantidad. Sin importar cuál sea la cantidad real, las emisiones de dióxido de carbono relacionadas se suman al calentamiento global, a cambio de ningún beneficio social.
Paralelamente, los temores con respecto a que burbujas especulativas de criptomonedas podrían impulsar la inestabilidad macroeconómica parecen ser exagerados. Como Charles Kindelberger mostró en su clásica encuesta histórica Manias, Panics, and Crashes, las burbujas especulativas y los colapsos posteriores a veces conducen a depresiones posteriores a dichos colapsos. Pero, esto no ocurre siempre: mientras que el auge de Wall Street de la década de 1920 terminó en la Gran Depresión, la burbuja de tulipanes de la década de 1630 parece haber tenido poco impacto en el camino al crecimiento de los Países Bajos, en el mediano plazo.
Lo que importa es la escala del auge, y si dicho auge está o no está financiado con deuda. Los auges y las caídas en las acciones de capital individuales o productos básicos específicos suelen tener un efecto reducido a nivel macro: e incluso grandes oscilaciones en sectores enteros del mercado de acciones – como por ejemplo el auge y la caída del NASDAQ del período 1998-2002 – pueden tener sólo un leve impacto en el crecimiento económico en su conjunto. Por el contrario, los auges y las caídas de las propiedades han sido históricamente los más peligrosos, debido a que el valor total de la riqueza de los bienes raíces suele empequeñecer los valores de las acciones, y debido a que los auges inmobiliarios a menudo se financian con deuda.
Los reguladores deberían, por lo tanto, vigilar cuidadosamente cualquier especulación en criptomonedas que sea financiada por créditos. Pero, ya que los valores totales de las criptomonedas aún equivalen a sólo una fracción mínima de la riqueza inmobiliaria en su totalidad, el riesgo general sigue siendo leve. Con seguridad que algunos inversionistas individuales perderán hasta sus camisas, pero lo más probable es que el impacto en el crecimiento económico sea prácticamente nulo.
El desafío social más amplio, sin embargo, es canalizar el ingenio humano hacia la innovación que fomenta el bienestar en lugar de fomentar actividades de juegos de azar de suma cero. La tecnología de registro contable distribuida que sustenta a las criptomonedas se puede usar para reducir los costos de transacción y eliminar los riesgos a lo largo de múltiples actividades financieras y comerciales. Realmente, valdría la pena hacer esto.
En cuanto a si es aconsejable que usted invierta en Bitcoins, no puedo opinar nada. Personalmente, preferiría comprar un billete de lotería.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.
Adair Turner, ex presidente de la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido y ex miembro del Comité de Política Financiera del Reino Unido, es presidente del Instituto para el Nuevo Pensamiento Económico. Su último libro es “Entre la deuda y el Diablo.” Escribe para Project Syndicate desde 2010.