Mejorar la nutrición puede salvar vidas…
y al planeta
Texto: Venkatesh Mannar
Project Syndicate
TORONTO – Cuando líderes mundiales, activistas, militantes y jefes ejecutivos se reunieron el mes pasado en las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York para discutir los desafíos más apremiantes del mundo, la crisis climática dominó los titulares. En cambio, la nutrición –uno de los pilares del progreso humano, económico y ambiental- sorprendentemente recibió escasa atención.
Es verdad, los líderes mundiales comenzaron la semana de las reuniones de la Asamblea General de las Naciones Unidas firmando una declaración política trascendental sobre la cobertura de salud universal. Pero si bien la declaración reconoció a la nutrición como un factor que contribuye a la buena salud, no le dio carácter de prioridad. No fue algo inusual: los responsables de las políticas suelen argumentar que una dieta inadecuada es una barrera clave para el progreso, pero rara vez colocan una mejora de la alimentación en el foco de la acción. Al adoptar esta actitud, el mundo se está perdiendo una enorme oportunidad.
El Día Mundial de la Alimentación (el 16 de octubre) y el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza (17 de octubre) ofrecen la oportunidad de abordar algunos de los conceptos erróneos en relación a la nutrición. Se trata de un esfuerzo de vital importancia, porque cada uno de nosotros puede desempeñar un rol a la hora de ayudar a poner fin a todas las formas de desnutrición en 2030 –una de las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 2 de las Naciones Unidas.
Mucha gente asocia la mala alimentación exclusivamente con la desnutrición en los países más pobres del mundo. Pero, como ha establecido en repetidas oportunidades el Informe de la Nutrición Mundial, la desnutrición puede adoptar múltiples formas y es una cuestión universal que ningún país puede darse el lujo de pasar por alto –incluidas las principales economías avanzadas como Estados Unidos.
Según el Informe de la Nutrición Mundial 2018, Estados Unidos no cumple con ninguno de sus objetivos de nutrición excepto el crecimiento retardado y la emaciación en menores de cinco años, y también es uno entre siete países en los que más de un millón de niños tienen sobrepeso. Las tasas de obesidad, diabetes y enfermedades cardiovasculares en Estados Unidos han alcanzado niveles alarmantes. Es más, la mala nutrición no sólo afecta la salud de la gente; también es la amenaza más seria para el sistema de atención médica pública del país.
La nutrición es una de las inversiones más inteligentes que puede hacer un país. Según el Banco Mundial, un foco más fuerte en la nutrición dentro de los servicios de salud podría salvar 3,7 millones de vidas a nivel global en 2025. Las inversiones en nutrición también tienen sentido desde un punto de vista económico: cada dólar invertido en programas de nutrición básica resulta en unos 16 millones de dólares que retornan a la economía global. Dados estos beneficios, el mundo debe presionar para que la nutrición figure en un puesto más alto en la agenda.
Como sucede con muchos desafíos globales, los responsables de las políticas suelen adoptar una estrategia caduca y basada en silos para abordar la nutrición. Sin embargo, al menos 12 de los 17 ODS contienen metas e indicadores que son relevantes para la nutrición. Eso significa que existe un beneficio evidente y de refuerzo mutuo en aumentar la colaboración entre diferentes áreas de desarrollo –en particular entre nutrición y cambio climático.
En ese sentido, me complació oír que se mencionaran los sistemas de alimentación durante la Cumbre Climática de las Naciones Unidas del mes pasado. Es más, varios informes de expertos, incluido el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas, han comenzado a advertir sobre los vínculos negativos entre los sistemas de alimentación, las dietas y la crisis climática.
Estas conexiones son importantes. Un documento publicado por el Informe de la Nutrición Global demuestra que la producción de alimentos utiliza el 70% del suministro de agua potable del mundo, la agricultura produce el 13% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero y la ganadería utiliza el 77% de la tierra agrícola del mundo. Y el cambio climático, a su vez, afecta los sistemas de alimentación y las dietas. La Asociación Americana para el Avance de la Ciencia ha determinado que las sequías y las inundaciones cada vez más frecuentes están reduciendo la productividad agrícola, a la vez que los crecientes niveles de dióxido de carbono en la atmósfera les están robando a las plantas los nutrientes y las vitaminas que necesitan para sobrevivir.
Frente a estos datos, quienes nos ocupamos de los retos en materia de nutrición y clima no podemos seguir luchando desde nuestros respectivos rincones. En los próximos años, tenemos la oportunidad de transformar estas dos crisis globales en una gran oportunidad: reformular la agricultura y los sistemas de alimentos del mundo, garantizando al mismo tiempo que todos tengan acceso a alimentos nutritivos. Pero los expertos en nutrición, agricultura y clima deben colaborar para aprovechar esa oportunidad y construir un futuro en el cual la gente consuma los alimentos que necesita a la vez que se preserva el planeta.
Finalmente, el sector privado merece una silla más grande en la mesa. Después de todo, una sola compañía global de alimentos puede llegar a más de mil millones de personas todos los días a través de sus productos. Si esa firma elige hacer que los alimentos nutritivos sean más accesibles y asequibles, el impacto en las dietas y la salud de los consumidores podría ser inmenso.
Algunas empresas ya han tomado medidas positivas, como introducir etiquetas más transparentes sobre el contenido o reducir la cantidad de azúcar en sus productos. Pero, dada la capacidad y alcance del sector privado, el progreso es demasiado lento.
Luego de las presiones de organizaciones de la sociedad civil, los gobiernos han recurrido a regulaciones para obligar a las empresas a hacer más. Dinamarca, por ejemplo, introdujo una prohibición virtual a la venta de productos que contengan grasas transgénicas, mientras que Sudáfrica fue el primer país en legislar niveles máximos de sal en los alimentos procesados.
Las compañías de alimentos deben elegir: pueden esperar a que los gobiernos impongan regulaciones más duras o pueden tomar la delantera, trabajar con los expertos en nutrición y mostrarles a sus consumidores y accionistas que se preocupan por lo que come la gente. La buena nutrición también puede traducirse en buenos negocios.
Sería fácil simplemente echarles la culpa a los gobiernos o al sector privado por la falta de acción hasta el momento. Pero si la nutrición esta simultáneamente en todas partes y en ninguna parte, se debe parcialmente a que no hemos logrado que la cuestión sea visible y relevante para esos actores que pueden generar un cambio.
Los expertos en nutrición, por lo tanto, deben abandonar su zona de confort y comprometerse con quienes toman decisiones centrándose en la salud, la agricultura, el cambio climático y otras grandes cuestiones globales. En la Cumbre Global de Nutrición 2020 en Japón, se espera que los principales actores de todo el mundo renueven sus compromisos para poner fin a la desnutrición. Parte de nuestra tarea consistirá en garantizar que hay espacio para un espectro más amplio de participantes que ayuden a cumplir este objetivo.
La desnutrición es uno de los mayores desafíos que enfrenta el mundo, pero es solucionable. Ya sabemos cómo proteger nuestro planeta a la vez que mejoramos las dietas y la salud de millones de personas. Ahora debemos empezar a hacerlo.
© Project Syndicate 1995–2019
Venkatesh Mannar es copresidente del Grupo de Expertos Independientes del Informe de la Nutrición Mundial.