Países en transición
no detener la marcha
Texto: Cihan Sultanoğlu
Copyright: Project Syndicate, 2018.
NUEVA YORK – En el último informe “Doing Business” del Banco Mundial, la mitad de las naciones de Europa del Este y Asia Central figuraron entre los 50 países del mundo más favorables a la actividad empresarial. Como medida de madurez económica, el informe confirma lo que muchos en la comunidad internacional del desarrollo saben hace mucho: la región está en ascenso.
En los últimos diez años, las economías de Europa del Este y Asia Central registraron avances espectaculares, sobre la base de ambiciosas reformas de los mercados y del sector público. La pregunta ahora es cómo asegurar que este progreso (que triplicó el tamaño de la clase media) se mantenga.
Las señales de la prosperidad social y económica de la región se ven por todas partes. En Azerbaiyán hubo en las últimas décadas un impresionante aumento de los ingresos, y ahora sólo el 5% de la población vive debajo de la línea de pobreza (cuando en 2002 el porcentaje era casi 50%). En Europa, Estonia es el tercer país con más startups por persona y su conexión a Internet es una de las más veloces del mundo. Y de Albania a Kirguistán, sistemas de gobierno electrónico permiten a más gente conectarse con servicios cruciales a través de las redes.
Pero, aunque pueda parecer que la región está destinada a la prosperidad, persisten obstáculos estructurales que frenan el progreso, sobre todo en los Balcanes Occidentales, el sur del Cáucaso y partes de Asia Central. Para llegar con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas en 2030, los gobiernos deben encarar tres cuestiones clave.
En primer lugar, hay que fortalecer las economías de la región para incentivar un crecimiento más inteligente y sostenible. Por ejemplo, reconsiderar los subsidios a los combustibles fósiles, porque desalientan la inversión en proyectos de eficiencia energética y obstaculizan el desarrollo de tecnologías renovables. Asimismo, la financiación pública de pensiones y prestaciones sociales depende de impuestos al trabajo, pero gran parte de la región padece un alto desempleo; en los Balcanes Occidentales el empleo es prácticamente inexistente. La creación de puestos laborales es un reto urgente para todos los estados de la región.
En segundo lugar, en muchos países la sociedad civil tiene cada vez menos margen de acción, lo que supone una amenaza al pluralismo y la rendición de cuentas de los gobernantes. Para evitar conflictos y dar voz a los grupos marginados de la región, es necesario hacer de la tolerancia y el respeto de los derechos humanos ingredientes esenciales de la gobernanza.
Finalmente, la región debe coordinar estrategias para responder a los cambios en el mercado laboral que surgirán de la automatización y la inteligencia artificial. Algunos países, en particular Bielorrusia, ya están reemplazando la industria pesada con startups tecnológicas. Pero en todas partes las autoridades deben hacer más para aumentar la resiliencia de la fuerza laboral.
Felizmente, los gobiernos, las empresas tecnológicas, las asociaciones civiles y los periodistas reconocen la importancia de estas cuestiones y están colaborando para la creación de instituciones más transparentes y responsables. Los jefes de gobierno de muchos países usan los ODS como guía de la planificación nacional y de los proyectos legislativos de reforma. Los parlamentos de varios países centroasiáticos incluso han adoptado los ODS como programa de desarrollo.
Esta clase de cambios ayuda a convertir las aspiraciones de desarrollo en acciones. Hace poco el gobierno armenio creó un laboratorio nacional de innovación para los ODS (el primero del mundo), un esfuerzo cooperativo cuyo objetivo es “acelerar” la implementación de los ODS. Los programas de investigación iniciales se centrarán en aumentar la recaudación impositiva del país, mejorar su sistema educativo y dar un impulso al sector de energías renovables.
Los planificadores en Moldavia han apelado al crowdfunding para obtener de la diáspora moldava millones de dólares para financiar proyectos de desarrollo sostenible dentro del país. Las iniciativas de revitalización incluyeron la reconstrucción de una plaza pública en la capital (Chișinău) y la ampliación de infraestructuras en áreas rurales.
El sector privado regional también participa activamente en iniciativas de desarrollo sostenible. Desde Siemens con sus sistemas ecológicos de calefacción y aire acondicionado hasta Unilever con su política de “igual remuneración por igual trabajo”, las empresas multinacionales que operan en Europa del Este y Asia Central están adoptando la sostenibilidad y la igualdad como modelos de negocios viables.
En pocas décadas los pueblos de Europa del Este y Asia Central han presenciado profundos cambios políticos y económicos. Para capitalizar los avances obtenidos, cada país y cada organización debe aprender de los otros, adaptando las soluciones a las condiciones locales. Ese es el tema principal de los Diálogos de Estambul para el Desarrollo, una reunión global anual organizada por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo que se celebra esta semana. Como sostiene el nuevo Plan Estratégico del PNUD para 2018‑2021, la colaboración es un componente crucial en cualquier estrategia de desarrollo sostenible.
Si un país puede medirse por la facilidad para la actividad empresarial, los estados de Europa del Este y Asia Central tienen un futuro brillante. Con un fuerte liderazgo que transforme las economías de la región y modernice sus instituciones, los avances recientes no serán pasajeros.
Traducción: Esteban Flamini
Copyright: Project Syndicate, 2018.
AUTOR, Cihan Sultanoğlu, es subsecretaria general en la ONU y directora de la Oficina Regional para Europa y la Comunidad de Estados Independientes del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.