Qué debe hacer el G20
Texto: Paola Subacchi – Project Syndicate
LONDRES – Arabia Saudita, que este año preside el Grupo de los 20 (G20), convocará a una cumbre virtual la semana próxima para discutir una respuesta global a la crisis del COVID-19. La reunión de emergencia no podría ser más oportuna. Como la salud global es un bien público colectivo, cualquier cosa que la amenace exige una respuesta multilateral.
La emergencia sanitaria también amenaza con disparar una recesión y una crisis financiera global. Como aprendimos en 2008, a las crisis económicas globales también hay que enfrentarlas con una estrategia multilateral. Las acciones tímidas, no coordinadas o unilaterales de los países individuales, en el mejor de los casos, no resultarán efectivas y podrían derivar en una espiral descendente de políticas proteccionistas.
El G20 es el candidato obvio para desempeñar el papel de coordinador global. Al representar el 90% del PIB global, comprende a las economías avanzadas y emergentes más grandes del mundo. Y como foro sin una secretaría permanente, es lo suficientemente ágil como para congregar rápidamente a la comunidad internacional, como lo hizo en noviembre de 2008, en el pico de la crisis financiera.
En aquella ocasión, los líderes del G20 se reunieron en Washington para organizar una respuesta coordinada, y luego se volvieron a juntar en abril de 2009 en Londres, donde tomaron medidas para estabilizar la economía global y restablecer la confianza. Funcionó: una manifestación pública de liderazgo colectivo y responsabilidad compartida evitó un colapso económico más profundo.
En la emergencia de hoy, las apuestas son más altas que nunca, porque millones de vidas están en peligro. Si el COVID-19 fuera a terminar con una tasa de mortalidad del 1%, el recuento final de muertes sería similar al de la Segunda Guerra Mundial. Peor aún, ése es el escenario “benigno”. El 3 de marzo, la Organización Mundial de la Salud ubicó la tasa de mortalidad actual en el 3,4%, en base a los casos reportados.
En las economías avanzadas, los sistemas de atención médica que enfrentan un incremento de los casos de COVID-19 corren el riesgo de colapsar. En muchos países en desarrollo, la infraestructura médica para lidiar con enfermedades infecciosas es limitada. Para colmo de males, la creciente presión en las cadenas de suministro hará que resulte más difícil adquirir bienes, incluido equipamiento médico.
Éste no es momento para una acción tímida o simbólica. El G20 necesita con urgencia adoptar un plan para abordar la emergencia médica, apuntalar la economía global y restablecer la confianza. Lo que sigue son sugerencias –lejos de una lista exhaustiva– de las medidas que los responsables de las políticas deberían tomar:
Primero, los líderes del G20 deberían abrazar el principio de “virtualidad” en su totalidad, cancelando el resto de las reuniones presenciales del grupo programadas para este año. Al pasar al universo online y evitar las reuniones innecesarias como el Business 20 y otros grupos de compromiso, el G20 puede dar un ejemplo a todos esos países y comunidades que todavía no han reconocido la urgencia del confinamiento a través del “distanciamiento social”.
Segundo, el G20 debería establecer un fondo de respaldo de los esfuerzos de las OMS para monitorear y reportar la emergencia, y coordinar la distribución de equipos básicos como kits de testeo y mascarillas faciales. Al igual que en 2009, es importante mostrarle al mundo que en el asiento del conductor hay profesionales competentes y capacitados.
Tercero, el G20 debería darle a la OMS un asiento formal en la mesa, como ya ha hecho con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la OCDE. La salud global siempre ha sido un tema secundario para el G20, que ha tendido a centrarse exclusivamente en cuestiones como el acceso a la atención y la seguridad de los alimentos y el agua. Pero como demuestra la crisis actual, el impacto sistémico de la pandemia y la influencia de la salud pública en las condiciones económicas más ampliamente deberían ser causas prioritarias de preocupación.
Cuarto, los estados miembro del G20 deben estar preparados para ayudar a los países de bajos ingresos que carecen de la infraestructura, las provisiones médicas, la experiencia y el personal para contener el contagio. Una acción coordinada entre los gobiernos, los bancos de desarrollo regionales, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y otras entidades es crítica en este sentido.
Quinto, el G20 debería adoptar un paquete de emergencia para impedir un colapso a gran escala de la economía global. Existe una necesidad urgente de estímulo fiscal, medidas para mantener en funcionamiento las cadenas de suministro globales, compromisos para evitar las medidas proteccionistas y una devaluación unilateral de la moneda, y acuerdos para garantizar una amplia liquidez en el sistema monetario y financiero global.
Como en 2008 y después, la crisis actual demanda una estrategia integral de “todo lo que haga falta”, y se la necesita ahora. La política monetaria en ausencia de políticas fiscales coordinadas sólo tendrá un impacto limitado, y las políticas fiscales diseñadas sólo teniendo en mente consideraciones domésticas serán mucho menos efectivas de lo que podrían haber sido, debido a los efectos derrame del gasto en importaciones. La investigación demuestra que el impacto a nivel nacional de un paquete de estímulo fiscal coordinado a nivel del G20 podría ser dos veces mayor que las medidas de estímulo domésticas implementadas de manera aislada. Es más, las medidas unilaterales podrían causar temores en los mercados de bonos y así hacer aumentar los costos del pago de la deuda para países como Italia, que está paralizada por una emergencia médica declarada.
Por sobre todas las cosas, el G20 debe ser audaz. El mundo ya ha oído suficientes declaraciones huecas y tolerado suficientes peleas diplomáticas pueriles. A juzgar por las cifras que provienen de la provincia Hubei de China (el primer epicentro de la pandemia) y el norte de Italia, el brote global se empeorará mucho antes de mejorar. Y, como el contagio está en un sendero de crecimiento exponencial, ese empeoramiento podría inclusive ser más espeluznante de lo que hemos visto hasta ahora.
Sólo la coordinación internacional puede impedir el peor escenario. La gente y las empresas en todo el mundo están profundamente preocupadas –si no absolutamente en pánico- y necesitan tranquilidad. Los líderes mundiales tienen que dejar de lado el nacionalismo mezquino y liderar. De lo contrario, una emergencia que ya se percibe como una guerra podría convertirse en una de verdad.
Project Syndicate
Paola Subacchi, profesora de Economía Internacional en el Instituto de Políticas Globales Queen Mary de la Universidad de Londres, es la autora, más recientemente de, The Cost of Free Money.
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