EL PODER DE LA DESTRUCCIÓN CREATIVA
¿QUE IMPULSA EL CRECIMIENTO ECONÓMICO?
Texto: Philippe Aghion – Fundación Rafaél del Pino
Hay tres ideas: el crecimiento a largo plazo está impulsado por la innovación. La segunda idea es que la innovación se ve incentivada por las perspectivas de ingresos derivadas de los resultados de la innovación. La tercera es que la nueva innovación va a desplazar a las viejas tecnologías. Aquí surge una contradicción. ¿Quiere saber, por qué? Siga leyendo…
La Fundación Rafael del Pino organizó la conferencia online titulada “¿Qué impulsa el crecimiento económico?”, impartida por Philippe Aghion, catedrático de economía en el Collège de France y en INSEAD, con motivo de la presentación de su libro “El poder de la destrucción creativa”.
Aghión recordó que Schumpeter es la persona que introduce el concepto de la destrucción creativa, es decir, de las nuevas innovaciones que desplazan las viejas tecnologías. Schumpeter habla de ello en “Capitalismo socialismo y democracia”. Cuando empezó a estudiar economía, no existía el concepto de destrucción creativa, la teoría no estaba estructurada. Lo que hicieron Peter Howitt y él en 1987, cuando los dos enseñaban en el MIT, fue desarrollar el modelo que incluía el concepto de destrucción creativa.
Hay tres ideas fundamentales. La primera es que el crecimiento a largo plazo está impulsado por la innovación. La segunda idea es que la innovación se ve incentivada por las perspectivas de ingresos derivadas de los resultados de la innovación. La tercera es que la nueva innovación va a desplazar a las viejas tecnologías. Aquí surge una contradicción. Por una parte, se necesitan los ingresos derivados de la innovación para incentivarla, pero, por otra, los innovadores quieren utilizar estos ingresos para bloquear la entrada de otros innovadores. En la industrialización, en la trampa de los ingresos medios, en el medio ambiente, siempre nos vamos a enfrentar a esta contradicción.
Schumpeter pensaba que los primeros innovadores se convertirían en incumbentes que impedirían el surgimiento de nuevos innovadores, pero nosotros pensamos que hay otras puertas que van a impedir que se active esta profecía. Somos optimistas porque sabemos que podemos movilizarnos para evitar ese futuro pesimista. Para ello, utilizamos la lente de la destrucción creativa para poner en tela de juicio algunos enigmas de la historia.
En la revolución industrial el enigma consiste en por qué la industrialización se dispara en 1820 y por qué eso sucede en Europa y no China, que había inventado muchas cosas importantes. Lo que vemos es que los elementos hacen referencia a este paradigma. En primer lugar, es imprescindible la innovación acumulada, con instituciones como la enciclopedia, las universidades europeas. Por tanto, hay instituciones en Europa que favorecen ese proceso acumulativo. El problema es que si antes ganabas dinero un aristócrata te expropiaba, pero eso cambió y se protegieron los derechos de quienes habían innovado. El problema no son solo las empresas incumbentes sino también los poderes políticos, que se pueden sentir amenazados por las innovaciones. Fue lo que sucedió en China, donde el emperador se vio amenazado por los innovadores y los prohibió. En Europa, en cambio, se daba la competencia entre países con lo que, si un científico era perseguido en un país, se podía ir a otro. Por todo ello, la revolución industrial surge en Europa, no en China.
Otro enigma es el estancamiento de la productividad. Sabemos que la productividad de los factores creció y luego fue a menos. La explicación más convincente tiene que ver con la revolución informática. Pensemos en las empresas superestrellas, como Amazon o Facebook. Cuando crecen es gracias a la informática, pero invaden los demás sectores gracias a las fusiones y adquisiciones. Esto se convierte en un elemento disuasorio para la innovación en otras empresas pequeñas. En Estados Unidos la política de competencia no se adapta a esas superestrellas. Se da la idea de que, si se reforma la política en Estados Unidos, se van a debilitar las estructuras. Si la adaptas a la era digital y cuando permites una fusión te cercioras de que va a haber más innovaciones, puedes dar la vuelta a la curva de innovación, que va hacia abajo.
Luego está la trampa de los ingresos medios. Se refiere a países que empiezan a crecer mucho pero luego dejan de crecer, como Argentina, Corea del Sur o Japón. Hay dos maneras de crecer, una es imitando una tecnología avanzada, y la otra es innovar en la frontera. La competencia es esencial para animar a la innovación en la frontera, para eludir la competencia con los rivales. A mayor desarrollo de la economía, más tendrá que depender de la innovación en la frontera. En Corea se dieron los chaebols, unos conglomerados empresariales que impidieron la competencia y presionaron al gobierno para que no se realizara una transición hacia instituciones buenas. Lo mismo sucede en Japón con los keiretsus, que impiden que actúen otras empresas y presionan a las ya existentes para que no avancen. La crisis financiera de los noventa redujo el poder de los chaebols en Corea, obligó al gobierno a abrir la competencia. Con ello, se debilitó el poder de los conglomerados y aparecieron más empresas.
Luego están las fuentes dinámicas de la desigualdad. Piketty, Atkinson y demás han estudiado la desigualdad de ingresos máximos, que se ha disparado desde 1980. Hay distintas formas de enriquecerse, una es innovando, que te permite hacerte muy rico. Pero hay otras formas, como el ejercer presión, los lobistas. Slim es rico porque está al frente de un monopolio gracias a moverse bien entre las bambalinas del poder. La innovación genera el crecimiento, pero un lobby no genera crecimiento. Hay otra diferencia, el efecto de la innovación en la intensidad de la desigualdad. En términos globales en el coeficiente Gini no se ve el efecto de la innovación porque la innovación también afecta a la movilidad social. Los ingresos de los niños no están correlacionados con los de los padres, lo que quiere decir que hay nueva riqueza que sustituye a la vieja, es decir, que hay movilidad social. La innovación impulsa la desigualdad, pero también impulsa la movilidad social, por lo que no tiene tantos efectos sobre la desigualdad global. Se ve en la evolución de los salarios en las empresas innovadoras, que tienden a pagar más a los trabajadores no cualificados porque estás empresas crean puestos de trabajo incluso para ellos, que aprenden, son merecedores de confianza, y esto es muy importante. La innovación tiene estos efectos. El lobista, en cambio, reduce esta innovación porque trata de impedir el acceso a nuevos innovadores, no fomenta el crecimiento, impide la innovación y va a tener un efecto negativo sobre la movilidad social. Es decir, afecta al coeficiente de Gini. En el mundo de Piketty solo hay lobistas, no hay innovadores. Es imprescindible contar con una política para garantizar la competencia. No se puede utilizar la riqueza para impedir la innovación.
También hay varias creencias generales que se revelan falsas. La primera es que si ponemos impuestos a los robots vamos a crear empleo. Pero las empresas que automatizan crean empleos, porque son más competitivas, bajan sus precios, pueden vender más y a nivel mundial va a haber más demanda y van a tener que contratar a más trabajadores. Así es que si nos planteamos sustituir humanos por robot y el efecto sobre la productividad es bueno, habrá que contratar a más personas, así es que los impuestos a los robots son una mala idea.
La segunda creencia es el proteccionismo. El problema con el proteccionismo es que va a haber represalias, guerras comerciales con otros países. Si se pierden los mercados de exportación, se reducen las posibilidades de innovación. Así es que el proteccionismo no fomenta la competencia ni la innovación. Alemania ha conseguido un superávit comercial porque ha innovado, a diferencia de Francia, que se ha distanciado de Alemania porque innova menos de lo que lo hacía antes. Francia ha perdido en términos de cuota de mercado porque ha perdido la capacidad de innovar.
Otra creencia general es que el crecimiento negativo es la forma de interrumpir el cambio climático. En el mundo empiezan a subir las temperaturas cuando despega la revolución industrial. Hasta cierto punto, podemos decir que quienes defienden el crecimiento negativo tienen razón, pero no podemos planteárnoslo porque China e India empiezan a emitir CO2 y las curvas empiezan a crecer cuando estos países empiezan a emitir. No podemos volver a 1920 porque vivimos mucho mejor ahora -la esperanza de vida es mayor, la pobreza es menor- de lo que hubiéramos podido soñar antes de 1920. Hubo un experimento natural de crecimiento negativo, el primer confinamiento, en el que se paró todo entre marzo y mayo de 2020 y las emisiones de CO2 se redujeron un 8%. Si queremos resolver el tema del clima de esta manera, vamos a tener que cambiar de vida, con efectos muy malos sobre la gente, por ejemplo, los jóvenes. La otra alternativa es la de innovar de forma ecológicamente amigable. El problema es encontrar una fuente de energía más limpia, tecnologías limpias. Eso se consigue con innovación. La destrucción creativa estaría bien porque las nuevas empresas no tienen este legado de tecnologías antiguas contaminantes.
El Estado tiene un papel buscando una innovación más verde, por ejemplo, a través del impuesto verde, pero hay que ir con cuidado con las protestas, como las de los chalecos amarillos en Francia. También hay subvenciones para la producción ecológica. La sociedad civil también tiene un papel. Hay que informar a los consumidores, que se van a centrar en aquellas empresas que se perciben como virtuosas. En aquellos países en los que se ha tomado conciencia, la competencia para la innovación ha aumentado, porque los clientes prefieren consumir productos respetuosos con el medio ambiente. Es un instrumento muy potente para fomentar la innovación. Este triángulo empresas, Estado y consumidores es muy potente.
El COVID nos ha arrancado la venda de los ojos y nos replanteamos el capitalismo. En Estados Unidos se ha roto el modelo social. En Europa no favorecemos la innovación. El desempleo se dispara durante el COVID. El problema en Estados Unidos es que cuando pierdes el trabajo, también pierdes la cobertura médica. En Alemania todo el mundo tiene cobertura médica, así que Estados Unidos no protege bien a las partes más vulnerables de la población. Además, en Estados Unidos cuando pierdes el trabajo aumenta el riesgo de pobreza; en Alemania no. Otra realidad es el aumento de la mortalidad por desesperación, debido al estrés de perder el trabajo, el seguro, caer en la pobreza, la depresión. En Europa no tenemos estos problemas.
Pero el modelo estadounidense tiene una cara muy positiva, que es la innovación. Estados Unidos supera con creces a Europa en patentes en biotecnología. Son muchísimo mejores y tienen un ecosistema fantástico. La innovación es un proceso que va de investigación básica a aplicada y a comercialización. La básica se lleva a cabo en las universidades, que en Estados Unidos están muy bien financiadas. También hay agencias excelentes que financian la investigación. También hay donantes particulares. Lo que hacen estas fundaciones es identificar a los más brillantes, financiar a largo plazo y animar a los investigadores a que corran riesgos, lo que genera excelentes resultados. En Europa no tenemos esto.
Además del sector privado hay otras realidades, como la posibilidad de crear start-ups, los inversores particulares en capital riesgo, que está mucho más desarrollado. Luego están otras instituciones, como DARPA, en defensa, que fomentan estas investigaciones. Para ganar la carrera espacial a los rusos había que tener un objetivo y coordinar los recursos de forma muy rápida, con lo que en Estados Unidos crearon DARPA. La financiación viene del Ministerio, un jefe de equipo lanza proyectos y anima a su consecución. Los resultados de DARPA son internet, el GPS. Luego crearon DARPA Energía y BARDA en biomedicina. BARDA fue la agencia que financió la investigación para la vacuna del COVID.
Habría que conjugar la cara buena del modelo americano con el europeo. Hay quien dice que son incompatibles, pero hay políticas que permiten combinar innovación y protección. Lo primero es la flexiseguridad. En Dinamarca, aunque te quedes sin empleo no vas a consumir más antidepresivos y demás porque tienen flexiseguridad, que es que percibes el 90% del salario durante tres años, el Estado te forma y te ofrece trabajos. Si rechazas dos trabajos, lo pierdes. En Dinamarca es más fácil porque esta ayuda permite ser más innovador y proteger a los trabajadores.
Luego está la educación. Con pocos ingresos hay poca posibilidad de que alguien sea innovador. En Finlandia, los ingresos parentales importan porque las familias que más cobran tienen más formación, transmiten el conocimiento y hacen que sus hijos aspiren a más. Así es que hay una relación creciente entre nivel de ingresos e innovación. En Finlandia se da esa relación. ¿Por qué importa que los colegios sean buenos, como en Finlandia? La explicación es que allí reformaron el sistema en 1970. Si limitamos la investigación a los que entraron en el sistema educativo a partir del 70 la curva se aplana porque la mayor parte de los finlandeses habrán pasado por un sistema de calidad excelente establecido en los 70 y habrá más innovadores en potencia. La innovación da lugar a más inclusión y más innovación.
El crecimiento y el declive se asocia a las empresas superestrellas. Si adaptamos la política de competencia a la era digital y descomponemos los grandes conglomerados, o les obligamos a compartir datos, o reformamos la legislación de fusiones y adquisiciones, vamos a fomentar la innovación y la economía será más innovadora e incluyente.
Schumpeter era un pesimista porque pensaba que el primer innovador bloquearía el acceso de otros innovadores al mercado. El Estado puede reaccionar porque puede aplicar una política de competencia. El problema es que los conglomerados intentan impedir que el estado aplique este tipo de legislación. A lo mejor, podemos decir que venga Montesquieu y hablemos de separación de poderes. Lo que pasa es que, luego, las constituciones de los países entran en contraste con la vida real. La de Colombia es copia de la francesa, pero en Colombia te pueden matar si eres dirigente sindical y en Francia no. Hace falta un Estado que no se vea capturado por el mercado, y necesitamos la sociedad civil. Si queremos evitar ser pesimistas, recordemos siempre este triángulo estado, mercado, sociedad civil. También es importante cuando nos planteamos lo verde.